La Hermana María Ruby es colombiana y pertenece a la Congregación de las Hijas de San Camilo. En esta entrevista nos cuenta cómo se dejó inspirar por la mirada llena de luz de
las hermanas camilianas y cómo Dios le fue haciendo ver a lo largo de los años lo que le pedía en cada momento. Actualmente vive en comunidad con otras 6 religiosas de la congregación en la primera casa que se estableció de las Hijas de San Camilo en el barrio de Termini (Roma), un barrio que, si bien es céntrico en la ciudad, no goza de muy buena fama.
¿Nos puede contar algo de usted y de cómo conoció la congregación?
–Vengo de Colombia, tengo 42 años, vengo de una familia de 11 hijos donde soy la tercera. Siempre hemos vivido en la vereda “Aguas claras” del municipio de Timaná que pertenece
al departamento del Huila en Colombia. Mis padres nos educaron a mis hermanos y a mí en la fe cristiana, sencilla y genuina.
¿Cómo conoció la congregación?
–Conocí a las Hijas de San Camilo hace 25 años. Yo era muy joven, tenía 16 años, y sinceramente, antes de conocer a las hermanas nunca había pensado en ser religiosa. Si algo tenía dentro era un deseo enorme en mi corazón de ayudar a los pobres y a los enfermos. Yo notaba dentro de mí está inclinación hacia los más desfavorecidos. Veía, en mi pueblo, que era muy pobre, la necesidad de que alguien cuidara a muchas de las personas que habitaban allí, sin que les cobraran demasiado dinero porque la capacidad económica de las personas era muy desigual; quien tenía dinero se podía permitir ciertos
cuidados, pero había tantos que no se lo podían permitir. Este deseo de ayudar a esas personas sin recursos iba apoderándose de mi corazón.
¿Cuándo sintió que Dios la estaba llamando?
–Cuando era pequeña, vino al pueblo una religiosa de la Anunciación en misión vocacional, y toda la gente del pueblo, incluida mi madrina de confirmación, decían que yo entraría
antes o después en un convento, y me acuerdo de que fui a mi madre, muy decidida, a decirle “No entraré en un convento para perder los mejores años de mi vida”. Se ve que el Señor tenía otros planes…
Años más tarde, en 1995, un sacerdote diocesano, el padre Emiro, trajo al pueblo la idea del “Focolar”, y quiso comenzar ese camino con 7 familias del pueblo, entre las que estaba la mía.
Conocí así el Movimiento de los Focolares, fundado por Chiara Lubich, y gracias a ellos y a las actividades que hacíamos, por ejemplo, a la Mariápolis en la que participé, conocí al Jesús que hay escondido en cada persona, y que también había dentro de mí. Este descubrimiento me llenó el corazón, pero todavía sentía dentro de mí un deseo profundo de cuidar a los enfermos y a los pobres que no me dejaba en paz.
Estando con las Hijas de San Camilo me di cuenta de que tenía un gran vacío dentro de mí. Veía la luz en los ojos de las hermanas y un día le dije a una de ellas -la hermana Fabiola,
que falleció hace un año- “yo quiero eso que ustedes tienen y que yo no tengo”. Ella empezó entonces a explicarme la llamada de Dios, la vocación.
¿Qué significa para usted esa palabra?
–Ahora me doy cuenta de lo grande que es: es un don que uno no se da cuenta de haberlo recibido hasta tiempo después. En ese momento, no lo entendí, pero fui a hablar con la superiora y entré en el noviciado. Pero, como decía antes, si Dios no hubiera puesto al Padre Emiro en mi vida, nunca habría llegado a donde estoy hoy.
¿En qué consiste el carisma de las Hijas de San Camillo?
–Se podría resumir en la siguiente frase: “Dejar que la misericordia de Dios te visite para visitarlo a él en los que sufren”, se trata de una donación total a los enfermos. Yo, desde el principio, comprendí que este carisma consistía en ser «Jesús Misericordioso para Jesús sufriente». Esto me transformó entera y me cambió por completo.
Extractos de la entrevista realizada por Leticia Sánchez de León en la revista Omnes
https://www.omnesmag.com/foco/entrevista-sor-maria-ruby
EXPERIENCIA – COLOMBIA
www.focolaresciudadnueva.