Eran las 12.30 pm y me dispuse a compartir el almuerzo en casa. Al estacionar mi vehículo veo a un indigente llorando en la esquina donde pernoctan todos los días, me estacioné y pregunté la causa, con lágrimas en sus ojos me dice que un vehículo rompió su muleta de apoyo la noche anterior. La tomé y prometí reparársela, no sin antes pedir a Jesús una madera que refaccione el daño, busqué en la pequeña bodega de un desván y al abrir la puerta me encuentro un par de muletas nuevas que yo nunca puse en ese lugar, las tomé y observé que eran pequeñas así que se las llevé para regular la medida y que más sorpresa, Jesús que jamás se deja ganar en misericordia nos las regaló a la medida de ese pequeño Jesús abandonado en las calles de San Salvador.
Por – El Salvador