Mario y Elba son una pareja peruana que desde hace años vive la espiritualidad de la Unidad, en la que la fraternidad está al centro de la vida cotidiana. En este artículo nos comparten algunas de sus experiencias dentro de este estilo de vida.
Mario
Compartiremos algunas experiencias de nuestra vida dentro del movimiento de los Focolares
Primero quiero decirles que vengo de una familia católica más por costumbre que por convicción y casado me portaba muy mal con mi esposa, y como consecuencia la creación de un matrimonio a la deriva. Pero Dios tiene sus caminos y cuando tú lo buscas, él te responde.
Los dos sentíamos que nuestro matrimonio se iba a la deriva y los dos decidimos buscar un grupo que nos ayudara. Y Dios nos hizo conocer el movimiento de los Focolares (1) . Aquí, conocimos a Dios amor, al Dios que nos ama inmensamente y que desea también que seamos amor, además nos enseña como amar.
Comprendí que tenía que ser el primero en amar sin esperar nada a cambio; descubrí que se puede amar con actos pequeños: comencé a preocuparme por mi esposa, a ayudarla con los trabajos de casa, darle algunos presentes, atenderla cuando está mal.
Amar también es; ponerla a ella en primer lugar, hacerme uno con mi esposa, cuando ella sufría, cuando ella estaba triste; yo sufría con ella; si estaba feliz, si estaba contenta, me alegraba con ella. Vivía lo que ella vivía. Se ama a Jesús, amando a tu esposa, cuando la abrazo estoy abrazando a Jesús. Ella para mi es Jesús. Lo más grande para ella es su familia, yo también amo a su familia, a sus amigos, a todos.
Nuestras diferencias iban disminuyendo, fue poco a poco, los cambios no son repentinos, tienen su tiempo, hasta hoy siguen los cambios, sigue nuestra transformación personal y como pareja, es hermoso porque lo vivimos con nuestros hijos, yernos, nuera y nietos.
Elba
Soy Elba, soy de Ayacucho, mi madre nos formó dentro de la iglesia católica y fue exigente. Me casé con Mario, él es del norte lo que significa que somos de culturas muy diferentes por lo cual posiblemente se generaron problemas en nuestro hogar y que gracias a Dios superamos.
Como vimos que hay muchas familias con dificultades quisimos compartir nuestra experiencia. Nos lanzamos a llevar el amor de Dios fuera de nosotros. Hemos viajado a Piura, Chiclayo, Tarma, Huancayo, Arequipa y Huaycán donde finalmente nos quedamos.
Comenzamos con un grupo del colegio Fe y Alegría, donde nuestra principal colaboradora fue nuestra queridísima Olinda, una santa mujer que trabajaba allí en este colegio, ella era la primera en correr en ayudar a los necesitados (a pesar de que ella también tenía muchas necesidades), Dios la quiso para Él, ya no está con nosotros, pero tenemos a sus hijos, hijas que son un encanto y que tienen a Dios en su corazón. También tenemos a Dora, su mamá, Sonia, sus hijos, Rita, Dennis, Susana, Irma, Betty que también se fue con Dios. Nuestra primera comunidad en Huaycán.

Mario
Después vino el segundo grupo del colegio y al comenzar la pandemia conocimos a la Asociación Granja Verde, que nos introdujo a una nueva realidad: trabajar juntos para resolver algunas necesidades propias de la asociación.
A pesar de que nuestro objetivo no es financiar obras civiles, porque no somos una ONG, ni tenemos recursos propios, el amor a Dios nos empuja a hacernos uno con ellos. Ayuda material y ayuda espiritual. Hemos logrado realizar algunos trabajos que necesitaban y ahora estamos en el desarrollo espiritual.
Hemos aprendido mucho de ellos: el trabajo conjunto en beneficio de la asociación, todos comprometidos con todos. Últimamente hemos conocido la Asociación Avanza Perú, al recorrer sus instalaciones, tuvimos una grata sorpresa, que entre todos tienen el cuidado de un adulto mayor abandonado por su familia, eso es amor concreto. No solamente trabajo comunitario sino también todos en ayuda del más necesitado.
Elba
Nos traen y nos enseñan como vivir esas normas ancestrales de los Warpas, de los Chanka, de los inkas,y que aún se practican: huk umalla, huk sunqulla, huk kallpalla (un solo pensamiento, un solo corazón, una sola fuerza). Es decir, vivir la unidad. Las primeras comunidades cristianas también vivían la unidad: eran un solo corazón y una sola alma.
Y nos da mucha ilusión: con sus conocimientos y los nuestros se puede formar comunidades poderosas tales como:
Realizar trabajos comunitarios (minka) que buscan el bienestar de la Asociación y de la familia, promoviendo la solidaridad y el respeto a la diversidad, el ayni, la reciprocidad en el trabajo.
Abordar problemas o necesidades de la comunidad, buscando la integración social y mejorando la condición de vida de la comunidad, especialmente en los desfavorecidos Incentivar la verdad, honradez, el amor a la naturaleza, al ser humano y al trabajo (ama llulla, ama sua, ama qella)
Promover la inclusión social, comenzando por los últimos.
Mario
Pero todo esto será posible viviendo Dios amor, compartiendo nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestros bienes materiales y espirituales. Siendo fraternos y solidarios con todos.
Por Elba y Mario – Perú